BREVES ANTECEDENTES DE LA METALURGIA EN ASTURIAS.
El hombre mantuvo en Asturias sus primeros contactos con los llamados metales blandos, oro, plata y cobre, hace unos cuatro mil años. Más tarde, descubre las aleaciones y la llegada del bronce se relaciona con el comienzo de la metalurgia.
La fabricación del acero parece haber comenzado en España en la época romana.
En Asturias la metalurgia del hierro, cuyas vetas son frecuentísimas en la geografía regional, se desarrolló en la etapa castreña, encauzándose preferentemente a la fabricación de instrumentos agrícolas y militares. La aparición del hierro marca el final de la Prehistoria.
Se limitaba a pequeños establecimientos, en general particulares y de ámbito muy local, para dar servicio a la reducida comunidad y sus necesidades, fundamentalmente relacionadas con la caza y la agricultura.



En la siderurgia de transformación, el hierro en barras, tochos o lingotes, se reelaboraba hasta la obtención de productos intermedios. Estas operaciones se llevaban a cabo en “ferrerías manufactureras” o “fraguas”.
La denominación de estos establecimientos con los términos de “ferrería” o “firrería”, “mazos”, “machucos” o “martinetes” es propia de Asturias. El término de “ferrería” se usaba indistintamente para establecimientos de primera fundición, así como para aquellos que provistos de mazo realizaban operaciones más diferenciadas.
El mazo es la máquina antigua más importante en la economía asturiana, ya que el sistema de trabajo aventajaba al del simple herrero.
En 1.750 existían en Asturias 20 ferrerías mayores, 43 mazos o martinetes y 1.091 fraguas o forjas de herrero.


D. Antonio Raimundo Ibáñez y Gastón de Isabala, nacido en 1749 en Ferreirela (Santa Eulialia de Oscos), al que todos conocemos como el Marqués de Sargadelos, fue el auténtico creador de la siderurgia industrial, solicitando en 1788 al Rey Carlos III autorización para la construcción de una fábrica de hierros que sólo cuatro años más tarde funcionaría con normalidad, empleándose 286 trabajadores dirigidos por un técnico alemán.
Con el hierro producido en los hornos altos de Sargadelos se fundieron los grandes sifones utilizados para la construcción del “Canal de Isabel II”, en la traída del agua del río Lozoya a Madrid.